En diversos diarios de hoy leo que en una encuesta del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, hecha entre 3.000 personas menores de 30 años de toda España el porcentaje global que se decanta por entrar en la nómina del Estado es del 65%.
Algo no va bien en la cadena que relaciona la enseñanza –universitaria o de formación profesional–, el mercado laboral y la remuneración por el trabajo cuando la mayoría de los jóvenes españoles, a igual de sueldo y estabilidad laboral, prefieren trabajar para la Administración antes que para una empresa privada.
Un artículo que me ha gistado es el titulado Mamá quiero ser funcionario que termina diciendo:
Los gobiernos, central y autonómicos, tienen la obligación de hacer funcionar la relación educación-mundo laboral. Tal vez una parte de la solución estribe en valorar mucho más de los que está la Formación Profesional y olvidar que hoy en día estudiar una carrera universitaria ya no es ni signo de distinción ni un pasaporte para un empleo bueno y estable. Mientras tanto los únicos que salen ganadores son algunos empresarios que aprovechando la situación ofrecen sueldos de miseria y contratación precaria y lo hacen a sabiendas que si los demandantes del empleo no lo aceptan siempre tienen detrás el colchón de la inmigración con gentes mucho más necesidades y que trabajan más horas y por menos sueldo que los vecinos del país.

La generación calificada como «la mejor preparada de la historía de nuestro país» por los políticos que quieren regalarle los oidos a los jóvenes en busca de sus votos resulta que sueña con ser funcionario, imagino eso si que después de haber renunciado a ser Beckam, famosillo de salsa rosa, concursante de gran hermano etc.
Yo de chico decía que quería ser bombero y de mayor quiero ser como Perelman pero he acabado de funcionario de la realidad nacional extremeña, ¡ menos da una piedra !