Carlos lo explica perfectamente.

¿Qué es lo que me cabrea? Que nos quedemos callados, que aceptemos lo que nos echen si rechistar. Es absolutamente vergonzoso.

Desde aquí le pido al nuevo consejero/a de Educación del nuevo gobierno del Sr. Guillermo F. Vara que tome cartas en el asunto por favor, esto es un desastre, menos ordenadores y más sentido común.
Admito que se discuta si es o no conveniente que haya exámenes de septiembre, mi opinión es a favor, pero el cachondeo de fin de curso que hay en muchos institutos es inadmisible.

Por cierto esta mañana Cabanillas me ha enseñado la prueba de acceso a los ciclos de grado medio, a modo de ejemplo algunas preguntas:
¿Cómo se llama la capital de Extremadura? ¿qué río pasa por dicha ciudad? 2 puntos
Si el precio de una tele de plama que vale pongamos 800 Euros sube un 5% y despues baja un 10% ¿qué precio final tiene? 2,5 puntos.

Se rumorea que un tal Agapito natural de Mérida que ha de cruzar diariamente el rio Guadiana para ir a su centro piensa que como mínimo tiene un 2 en la parte de lengua.

En matemáticas dice que un problema le desconcertó porque le metieron el tema del «plasma».

Entran ganas de reir y llorar a la vez.
Actualización. Carta publicada en el diario HOY del 22 de Junio de 2007(vía Carlos Cabanillas)

Como todos los años desde que se instauró la LOGSE los alumnos dejan de asistir a clase por la nefasta gestión de que hacen gala los que se dedican a elucubrar sobre la Enseñanza. En la actualidad el curso termina la primera semana de junio. Los que han aprobado todas las materias saben que la calificación no se puede bajar, que en el peor de los casos se quedarán con la misma nota; los que han suspendido varias asumen que los milagros no existen y que si ya han repetido van a promocionar de cualquier modo. Con este escenario no nos debe extrañar que las calles estén tomadas por los niños en edad escolar; me gustaría que los que se dedican a legislar se dieran una vuelta por las inmediaciones de los Centros para que perciban como testigos la cagada que han preparado. Que se puede hacer peor, pero no mucho.

Si los temarios no se agotan y para rematar la faena acortamos en quince días el tiempo que los profesores dedicamos a explicar nuestra materia, entonces ya está todo dicho. ¿Cómo se nota que los legisladores no se dedican al noble arte de enseñar! A ellos les va muy bien imponer instrucciones, que las aulas sean como un laboratorio; un lugar donde se hacen experimentos y ¿hombre algún día entonaremos nuestro eureka! Ojalá.